Puente 122(2005)
En el marco del festival Grand Hôtel Europe.be que tuvo lugar en Bruselas el 16 de abril de 2005 en la muy nueva casa de la literatura Passa Porta, situada en el 46 de la rue Antoine Dansaert- 1000 BruselasB, Javier Cercas contestó las preguntas de Grégoire Polet, escritor belga cuya entrevista realizada por Josine Cancelier habéis podido leer en el número 121 de Puente.
Fue un encuentro muy agradable y distendido. Javier Cercas venía, sobre todo, a presentar su nueva novela La velocidad de la luz, publicada por la editorial Tusquets, pero todo el mundo quería hablar con él, por supuesto, de Soldados de Salamina.
Como dice el propio Cercas, sigue escribiendo novelas sobre cómo escribir una novela. Escribir una novela es mucho trabajo y cuando este trabajo está terminado siempre surge la terrible pregunta “¿qué voy a escribir ahora?”, que desemboca en la inseguridad. Aun más, cuando la novela ha tenido un éxito enorme, como Soldados de Salamina.
Escribir resulta ser la mejor medicina para compensar dicha inseguridad. Mientras escribe, Cercas el escritor tiene la misma actitud que el narrador de Soldados de Salamina: parte de una imagen, una anécdota, una idea, y no sabe dónde va a terminar. Para escribir Soldados de Salamina tenía la idea de un teórico del falangismo frente a un soldado republicano a punto de exiliarse. Nada más. Luego fue descubriendo cosas. Si él sabe ya con quien va a casarse X al final, no le interesa escribir la historia. El escritor debe solucionar un problema formal, y a lo largo de la resolución encuentra elementos morales.
Poco a poco va configurándose su obra, a pesar de que no tenga una idea general clara de la misma. Su narración es un riesgo total, no sabe lo que va a salir. De hecho, duda de que, aparte de Balzac, ningún autor tenga la visión general de su “obra”. No responde a un proyecto global ni a una estrategia literaria.
Grégoire Polet no resistió la tentación de preguntarle lo que todos deseábamos saber: ¿cuál es el grado de realidad de Soldados de Salamina? Cercas contestó que la verdad no tiene que ver con la historia, sino con la verdad literaria. En Soldados de Salamina hay personajes reales y, desde el punto de vista de la historia, tuvo que operar como un historiador. Pero, para llegar a una verdad universal, literaria, el autor tiene que manipular. En “Soldados” ocurre que Cercas pretende llegar a una verdad moral a partir de un hecho histórico. Su padre no murió, su mujer no se marchó, no sufrió una depresión, no ha encontrado a otra mujer,… Y a pesar de esto, el narrador se llama Javier Cercas, y sí encuentra otra mujer al final, etc. El narrador de Soldados de Salamina dice que quiere escribir un “relato real” pero Cercas considera tal expresión como un oxímoron porque un relato no puede ser real: el escritor miente en lo accesorio y dice la verdad en lo esencial.
¿Hasta qué punto el escritor puede reconocer su obra cuando se realiza en “otro idioma”, como el cine? Cercas no conocía a David Trueba, el director de la película inspirada en la novela, pero debía darle una libertad de adaptación total. Trueba cambió el sexo del personaje principal y Cercas lo aceptó. En cuanto a las traducciones, Cercas no las lee.
En su nueva novela, La velocidad de la luz, Cercas trata otra vez el tema de la guerra. Reconoce que el hombre “ama” la guerra. Ese tema le interesa sumamente. La guerra le fascina por muchos motivos: cómo afecta al hombre, con una especie de “irradiación” a los que participaron en ella. Soldados de Salamina y “La Luz” son complementarias, de manera que La velocidad de la luz es como una refutación de Soldados de Salamina que ilustra la idea de que “la posibilidad del bien existe”. Por naturaleza el hombre puede ser generoso y salvar la vida de otro hombre. Es una reflexión sobre el heroísmo. La velocidad de la luz habla de lo contrario: dadas las circunstancias, un hombre puede convertirse en un monstruo.
La velocidad de la luz, Tusquets, Barcelona, 2005
Tras finalizar sus estudios, el narrador, que siempre ha querido ser escritor, trabaja en una editorial de negreros donde prepara originales, revisa traducciones o corrige galeradas… Una noche de primavera de 1987, Marcelo Cuartero, catedrático de literatura en la Universidad Autónoma, especialista en novela decimonónica, le aconseja viajar para llegar a ser un escritor de verdad, ver mundo y acumular experiencias. Le propone matricularse en el programa de doctorado de la universidad de Urbana, ciudad poco conocida de Estados Unidos, pero con una buena universidad, que ofrece además un sueldo para dar clases de lengua. Seis meses más tarde el narrador llega a Urbana, “no mucho más grande ni menos provinciana que Gerona”. Le toca compartir un despacho con Rodney Falk, un profesor ayudante de español, “hombrón”, bastante mayor que los demás ayudantes, aficionado a Hemingway y… Mercé Rodoreda. Rodney ha obtenido el puesto gracias a su condición de veterano de la guerra de Vietnam. Tras unos principios difíciles y fríos, los dos hombres llegan a ser verdaderos amigos. Todos los martes y jueves, con el pretexto de hablar catalán, acuden al café Treno’s, en donde charlan sin parar hasta que a las nueve se cierra el local. El narrador no tarda en sospechar que su amigo no ha vuelto indemne del Vietnam, sobre todo cuando desaparece sin avisar a nadie. El padre de Rodney le confirmará esa idea, pero no le contará más que unos pocos detalles.
Años más tarde, el narrador ha llegado a ser un escritor famoso. Rodney, de viaje por España, intenta reanudar los lazos que se habían forjado en Urbana, pero tras el enorme éxito de su última novela, dedicada a sus años americanos, el narrador se siente incapaz de manejar su vida y cae en el abismo cuando su mujer y su hijo mueren, por su culpa, en un accidente. Tras un largo período de depresión decide emprender una serie de charlas en universidades de Estados Unidos, y cuando llega a Urbana descubre que Rodney se ha suicidado unos meses antes. Allí descubrirá la verdad sobre su amigo y las acciones terribles que cometió en el Vietnam y decidirá volver a la escritura para contar su historia, la de un hombre de honor convertido en monstruo por culpa de la guerra, siempre sucia.
La novela se lee de un tirón y, en mi opinión, con mucho más entusiasmo aún que Soldados de Salamina porque estamos tan involucrados en el proceso de desarrollo y más tarde de destrucción del narrador, como en su investigación para descubrir la verdad sobre su amigo. Javier Cercas hace de la guerra la empresa esencial del ser humano, la en la cual se revelan el bien y el mal que nos habitan siempre. Un hombre de honor, apacible y bueno, puede convertirse en monstruo en un instante y luego ser incapaz de volver a una vida normal por los remordimientos y la locura. Situar parte de la intriga en la guerra de Vietnam hace de Rodney un personaje más cercano al lector, que tiene a su alcance toda la mitología propia de ese período. La velocidad de la luz me parece una novela todavía más universal y emocionante que Soldados.
Christine DEFOIN