Puente 119(2004)
Que se tranquilice el lector : no soy hispanófobo ni creo formar parte de esos turistas que viajan al extranjero para cerciorarse de que en su país viven mejor. Quiero a España y allí paso algún tiempo con regularidad.
Al volver de Andalucía este verano, no pude, desgraciadamente, librarme de algunas impresiones negativas. En primer lugar, la invasión de la lengua inglesa. De nuevo preciso : sin ser anglófobo, he comprobado con amargura con cuánta frecuencia mi aspecto de extranjero implicaba que en el restaurante o en cualquier tienda me hablaran en la lengua de Blair o de Bush. En cambio, ni una palabra de francés, ni en el hotel ni en los museos. Los españoles, como los griegos o los portugueses, se creen obligados a dirigir la palabra en inglés a los turistas que encuentran. Hay que interrumpirles y rogarles que nos hablen en su propio idioma. Y también recordarles que en Bélgica y en Francia se aprende el castellano y que el inglés no es la única lengua extranjera que habla un turista no anglófono. ¡Lástima, además, para un pueblo latino, que se prostituya de tal manera a la lengua de la mundialización ! Incluso si la mayoría de los turistas son anglófonos (7 millones de británicos durante el primer semestre de 2004), no es razón suficiente para rebajarse ante los súbditos de su Serena Majestad.
Segundo tema de descontento : la laxitud que muestra el personal encargado de acoger a los turistas en iglesias, museos o en algunas salas de espectáculos. Sin exigir la severidad (¿o la pudibundez ?) de los guardias italianos, es de lamentar que la actitud irrespetuosa de algunos visitantes no se vea sancionada con ninguna amonestación: ropa de playa, conversaciones a voces, móviles, botes de refrescos e incesantes flashes fotográficos; he visto de todo, en Córdoba por ejemplo, o en otros sitios religiosos o culturales. Observar un retablo, un techo o una columnata bajo el infierno de los flashes se convierte en un suplicio y, en todo caso, le estropea a uno todo el placer. Los empleados están allí para vender un ticket, sin más. En la Mezquita se habla como debía de hacerse en tiempos de los Moros, pero, entonces, era su lugar y su derecho. Hoy, este edificio es patrimonio de la Humanidad y ser humano es, ante todo, respetar al prójimo y permitirle extasiarse o simplemente descubrir y admirar. ¿ A qué esperan las autoridades culturales para impedir en las iglesias o en los museos el uso de las máquinas fotográficas, de la cámara o de otros chismes electrónicos que, a menudo, dan a ciertos turistas el perfil ridículo de un robot ambulante ? Idem en los locales donde se baila el flamenco. ¡Me gusta oír el redoble de los tacones, no de los “botones”! .
Último tema de descontento : la contaminación sonora. Habíamos alquilado, por medio de una Agencia de turismo rural, una casita de pueblo en la Sierra Bermeja (Ronda). Hermoso pueblo blanco cruzado por callecitas umbrosas y floridas, muy empinadas a veces y sinuosas. Casita acogedora,modesta, equipada muy simplemente, al modo andaluz. ¿La felicidad completa ? Desgraciadamente, no. En vacaciones, los jóvenes se entregan a las delicias salvajes del moto-racing ; los adultos a las del Quad. ¡Un alboroto increíble! Casi permanente. Velocidad y zumbidos taladran la blancura de las calles y convierten este adorable pueblo alto en un lugar inhabitable. Otra vez, se plantea la pregunta : ¿cómo es que las autoridades locales permiten tal embrollo? ¿Por demagogia, indiferencia o adaptación al estilo de la época? Quizás incluso el hijo del Señor Alcalde sea el primero en lanzarse en su máquina torturando los oídos de los vecinos … Una pregunta más : ¿qué opinan al respecto los ancianos del pueblo? He visto a algunos paseando melancólicamente, lejos, por la carretera, a distancia de sus tranquilos muros de antaño… Queridos viejos andaluces que se acuerdan de otra España, más dulce o más dura pero desde luego más auténtica, a vosotros os dedico estas páginas. Pensando en vosotros, pronto volveré a leer, murmurando, a mi querido Lorca… Y, por qué no, a acordarme de la tan bella frase de Albert Camus, escrita en 1935 en L’envers et l’endroit: “Il y a une certaine aisance dans la joie qui définit la vraie civilisation. Et le peuple espagnol est un des rares en Europe qui soit civilisé.”
Michel DUCOBU
traducido al castellano por Martine Melebeck